lunes, 11 de diciembre de 2006

La mentira oficial en las aulas.


Aca dejo una carta de Agustin Laje, una persona que admiro y respeto mucho por la valentía que me ha demostrado que posee en este tiempo que lo conosco, el es uno de los responsables de que yo halla ganado la confianza y el valor para sumarme a esta importante causa, y es también una de las personas que lleva adelante el sitio web de Argentinos por la Memoria Completa, y a pesar de que no es mucho el tiempo que llevamos de conocidos lo concidero un amigo y excelente persona, por eso mi aprecio y respeto.

Cualquier momento y lugar es una buena oportunidad para hablarnos y contarnos hechos que pasaron hace tres décadas ya. Hechos que los argentinos no podemos dejar atrás y que nos impiden ver el presente y, mucho más, el futuro. Las aulas no son un lugar ajeno a este fenómeno y, como estudiante secundario, puedo dar fe de ello. La propaganda mentirosa sobre la guerra antisubversiva que vivió nuestro país en la década del ´70 empieza a gestarse en los colegios; allí se encuentran las cabezas más jóvenes y con ello, más manipulables. Hace treinta años, el terrorismo marxista se infiltraban en los institutos educacionales con fines de reclutar soldados guerrilleros para la lucha armada; hoy ocupan los institutos educacionales con fines de reclutar activistas para la lucha ideológica. Desde pequeños, todos los 24 de marzo podemos presenciar actos escolares en los cuales un militar malvado azota con un garrote a una pobre anciana que viste un pañuelo blanco en la cabeza. Ahí empiezan a introducirnos al tema, mostrándonos el abuso de un uniformado hacia un ser “indefenso” e “inocente”. ¡Ni hablar de los 16 de septiembre!, en donde infaltablemente se proyecta una película bastante particular, a la que catalogaría como “Caperucita roja y el lobo malvado” versión argentina. Me refiero a “La noche de los lápices” (película desacreditada por los verdaderos protagonistas del hecho histórico) en la cual se presenta a un grupo de inocentes estudiantes secundarios que, al luchar por un simple boleto estudiantil, los militares sedientos de sangre los arrancaron de sus familias y luego desaparecieron. Lo tragicómico de la cuestión, es que los espectadores nunca sabremos que el boleto estudiantil ya estaba vigente desde 1975, y que los jóvenes “sensibles” de la novela de marras, lejos estaban de ser indefensos: eran militantes de la UES, rama estudiantil Montonera. Pero acá no termina todo. La mentira se propaga también mediante falsos datos cuantitativos: La mentira de los 30.000 desaparecidos por pensar distinto (cuando la CONADEP inflando las cifras llega a contabilizar 8.960 casos, y hasta el mismísimo jerarca terrorista Mario Firmenich reconoció que la mayoría absoluta de los desaparecidos eran integrantes de las bandas terroristas). Asimismo, se suma también la mentira del único sobreviviente Pablo Díaz de “La Noche de los Lápices” (cuando otros sobrevivientes han aparecido dando entrevistas a medios de comunicación), la fábula del plan sistemático de robo de niños (cuando la justicia nunca pudo determinar su existencia), y un sin fin de trampas que me tomarían horas de horas escribirlas y detallarlas. Y así continúa el constante lavado de cerebro; trabajos prácticos, “debates” monocordes, homenajes, etc, etc etc. Cualquier tema y cualquier materia son aprovechables para los títeres de la propaganda oficial. ¿Y de los otros muertos no se habla? ¿De los Larrabure, de los Viola, de los Lambruschini, de los Hardoy, de los Grassi, de los Lucioni, de los Sacheri, de los Contreras, de los Rucci, de los Mor Roig y de los 1.501 asesinados por el terrorismo marxista? ¡Claro que no! Estos muertos no forman parte de la propaganda impulsada por nuestros gobernadores sedientos de odio y venganza hacia todo lo que porte uniforme. Los alumnos tendremos que conformarnos con conocer una historia a medias, una historia en donde las Fuerzas Armadas enloquecieron el 24 de marzo de 1976 y tuvieron ganas de salir a asesinar y desaparecer 30.000 inocentes jóvenes por pensar distinto.

Agustin Laje.

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