domingo, 10 de diciembre de 2006

La risa y los 100 millones de muertos.

Leyendo varios documentos encontré algo que podría resultar interesante, en este se plantea por ejemplo, porque se toma con tanta importancia (lo que no significa no la merezca) la cantidad de muertos que produjo el régimen nazi, y no se cuenta absolutamente nada de la enorme cantidad de muertos que dejo el comunismo a lo largo de su sangrienta historia, vale recordar que este retorcido modelo político quiso implementarse en nuestro país por la fuerza y con el derramamiento de sangre del pueblo argentino, y que si no hubiera sido por la intervención de las FF.AA que recurrieron ante los gritos de ayuda del propio pueblo y del gobierno democrático (gobierno de Isabel Perón) hoy, muchos no estaríamos acá, o yo no podría estar exponiendo mi opinión, por eso nuevamente reitero las gracias a quienes ofrendaron su vida por todos nosotros. Un interesante tema para meditarlo:

Recientemente fue publicado el libro Koba [Stalin] el Temible: La risa y los veinte millones, del escritor inglés Martin Amis. En esa obra el autor pretende indagar, a través de la comparación de los regímenes nazi y soviético, las causas que hacen que uno suscite espontáneamente la furia y el otro la carcajada cómplice.

A Karl Marx se le suele definir como economista, filósofo y sociólogo. La realidad es que, ante todo, fue el fundador de una religión. Sustituyó lo "sobrenatural" por elementos económicos y análisis sociológicos e históricos, a los cuales etiquetó de "científicos". En un gran caldero mezcló esos "ingredientes", que sazonó con abundantes emociones. Principalmente aquellas que los hombres más se preocupan por ocultar.

Sólo así se explica la adhesión fervorosa que despierta en sus adherentes. A éstos no les interesa la evidencia racional ni las consecuencias prácticas. Porque no hay que ser muy perspicaz para “descubrir” el auténtico trasfondo de ese pensamiento. Ya que sin ningún pudor Marx argumenta que el hombre será realmente "libre" tras pasar por un período (impreciso) de dictadura.

Según esa tesis, la "tiranía" es la única capaz de hacer al hombre "feliz", logrando el "paraíso" sobre la tierra; de crear un "mundo nuevo" donde todos seremos "iguales" porque unánimemente seremos "esclavos". Obviamente, que como señaló George Orwell, algunos entonces seremos más iguales que otros.

La argumentación marxista es explícita. Por eso cuesta tanto entender la tolerancia con que el grueso de la intelectualidad occidental aceptó en el pasado los crímenes cometidos por el régimen soviético. Asimismo, la condescendencia con que actualmente tratan a sus vástagos.

Mientras que Auschwitz es lugar de peregrinaje y en estos días se realizan justas ceremonias oficiales para que el horror nazi no quede en el olvido, pocos han oído hablar de los "gulags", los campos de extermino soviéticos. Hasta en los textos escolares vemos fotos de los famélicos prisioneros de los nazis. Sin embargo, nunca nos hemos encontrado con una que muestre a las familias campesinas que murieron de inanición durante el período de la colectivización forzada (1929-1933).

¿Por qué se repudia a dictaduras consideradas de derecha y a las de izquierda se las rodea de un halo de romanticismo? ¿Por qué no es "moneda corriente" saber que hasta los niños podían ser juzgados como enemigos de la Revolución bolchevique y que, si se los condenaba a muerte, se esperaba a que cumpliesen los 12 años para ejecutarlos? ¿Por qué tantos filmes comerciales muestran el holocausto perpetuado por los alemanes y escasean las "imágenes" de los comunistas?

Lo que más asusta es que son muchos los que tratan de explicar los abusos como una "desviación", pero que la idea es buena. ¿Cuántas muertes más han de producirse para que finalmente la práctica se "enderece"? El sistema soviético costó la vida de 20 millones de rusos. Según El libro negro del comunismo, el comunismo ya "cobró" más de 100 millones en el mundo entero. Y la cifra sigue aumentando. Latinoamérica, con su "cuota", contribuye a engrosar el número.

Amis no encuentra justificación para tanta complacencia. Menos aún, que se fundamente en sentimientos "humanistas". Nosotros tampoco.

Hana Fischer, analista política uruguaya.

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